El rastro de candelaria se perdió
la misma noche en que murió José;
se habían jurado amor eterno
guardando la esperanza
de que todo volvería a ser igual,
después de la guerra.
Ambos cumplieron su promesa
de entregarse a la luna cada noche,
como si de un atajo seleno se tratase
para encontrarse el uno con el otro.
Fue así como la vimos la última vez, alejándose,
en la soledad del camino y a la luz de su luna.
La noticia de la tragedia de José
ganó la carrera a la siguiente noche,
cuando ya sin luna,
nadie esperaba de candelaria su asomo.
De ella no se supo más,
ni de como intuyó lo de José antes que nadie;
unos cuentan que, en las noches claras a mitad del camino,
el viento acaricia las hojas susurrando su nombre
y un silencio sepulcral advierte su presencia fría,
muchos dicen no creer la historia,
pero todos ...todos, aceleran su paso sin mirar atrás.
Negomorey 14/oct/2011
Genial!
ResponderEliminarHermoso y a la vez melancólico...
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